jueves, 16 de abril de 2009

¡eñe!



¡Gran sorpresa al conocer el verdadero nombre de mi calle! Me gustaba hacer gracias con el calificativo en el que tuve el atino de caer y le hacía frente a diario. Pequeña, pequeñez. ¿Y? chafaje en el ayuntamiento... ¿La pequeña?, no, no: "La pequena, que no sé qué quiere decir pero que es como se llama". Y olé, certificado en mano corroboro lo que la amable señora me afirma.
El destierro de mi letra ha sobrepasado el ciberespacio y ha llegado hasta la calle. En la isla del viento y el sol, donde todo se limpia y todo se vuela, ¿se habrá volado también el palito?
El espíritu sabueso que busca en el diccionario no tiene suerte. Así que, si no ha sido obra del Alisio, sólo me queda pensar que mi calle fue nombrada por alguien sin eñes en el teclado.

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